En efecto, hoy es el día Internacional
del inmigrante…y como en otras tantas celebraciones relativas a los derechos
humanos hay más cosas por repudiar que por celebrar. Pero si de conmemorar se
trata, la mejor conmemoración en un país como Catalunya tan ligado al fenómeno
migratorio debería comenzar con un profundo acto de contrición social.
En primer lugar quitarse de la
cabeza que estamos hablando del “negrito” mantero, de la mujer boliviana trabajadora del
servicio doméstico, de la comunidad pakistaní y sus “lateros”, del velo o la “bullaranga”
latinoamericana…no, ahora cuando hablemos de migración debemos incorporar a
miles de españoles/as que andan sirviendo copas en algún bar de Londres,
malviviendo en Alemania, limpiando casas en algún cantón suizo o buscándose la
vida a lo largo y ancho de latinoamerica. Los españoles también son migrantes y
este por supuesto también es su día.
Ya no sólo apelo a un toque de
humildad y sensatez para reconocer al otro (que resulta no ser tan diferente cuando
descubre que está unido por la misma clase social y sometido a la misma
servidumbre).
Para que la reflexión colectiva
sea aún más genuina sólo hace falta ponerse en los zapatos de alguien cercano
que se haya ido. En tal caso imaginarse por un instante un Centro de
Internamiento en México donde persigan y capturen a los españoles por su
origen, o una ley de servicio doméstico dirigida a todas las “marías” que
prueban suerte en la Europa meridional, o los permisos de residencia y trabajo inalcanzables
en Brasil…seguramente cuando piensen que cualquiera de éstas cosas le podría
pasar a un hijo, a un primo, a una madre podríamos superar el prejuicio social y tratarnos
como iguales. Por el momento sigamos escuchando tantos brindis al sol de
quienes piensan que hoy hay algo que celebrar.
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