Hasta el 2012 según
la cancillería colombiana eran
23 mil los españoles residentes en
el país, en ese mismo año 653 ciudadanos de la ex Madre Patria solicitaron una visa
temporal de trabajo. Es un fenómeno
normal de un país con una tasa de
paro que llega al 24% y del que salen diariamente 200 inmigrantes a buscarse la
vida por todo el mundo pero particularmente a Alemania y América Latina.
Nos recuerda el fenómeno
ocurrido a la inversa hasta la crisis financiera que quebró la economía especulativa española. Miles de migrantes latinoamericanos inundando el mercado
laboral español con mano de obra
barata y des regularizada. Vino lo que todos conocemos, las personas migradas
copando los trabajos menos cualificados, las mujeres latinas cuidando los hijos
e hijas de las mujeres blancas occidentales emancipadas, las familias
entregando su vida a los bancos por deudas hipotecarias impagables, el sueño de reagrupar a sus propios hijos aún cuando ese sueño terminara en un
Centro de Internamiento para Extranjeros, o los jóvenes desorientados y sin documentación habilitada para trabajar o estudiar entregados a las bandas
latinas. Con la crisis llegó el endurecimiento
de la política migratoria, el
racismo institucional y la xenofobia aceptada por la sociedad, la persona
migrada quedó relegada al nivel
mas bajo de la sociedad de acogida.
Parece extraño, aunque las
causas de la migración son las mismas:
fuerza de trabajo detrás del movimiento de
capital, eso que llamamos "globalización", la realidad
para unos no ha sido igual que para
otros. En Colombia sólo se requiere un
contrato laboral o un plan de empresa para conseguir una visa temporal, las
empresas españolas han acaparado
gran parte del negocio de la construcción, las mismas empresas (Sacyr, Vallehermoso, ACS - Dragados de
Barcelona etc.) que están salpicadas por
los escándalos más graves de corrupción
y que tienen investigaciones por diferentes delitos incluido blanqueó de capitales, evasión
de impuestos o irregularidades en contratación pública. En España es unánime la percepción de que estas empresas constructoras y las elites políticas desangraron el país,
lo expoliaron y, terminado el banquete de corruptelas, emprendieron camino en búsqueda de nuevos "huéspedes" para su actividad parasitaria.
En 2011 el gobierno brasileño planteó la tesis de la
reciprocidad, es decir, Brasil aplicaría la misma política migratoria a los ciudadanos extranjeros que se le apliquen a
los brasileños en esos países. Tremendo problema para la Unión Europea en sus relaciones bilaterales con Brasil y tremenda
lección de dignidad para
el resto de países emisores de
migración. El resultado ha
sido evidente en el trato que le dan a la comunidad brasileña en España en relación con el trato a otros colectivos latinoamericanos como el
boliviano, ecuatoriano o colombiano.
El gobierno colombiano hace justamente lo contrario, mientras su
diáspora ha sido abandonada a su suerte, en
Colombia el criterio para acoger a los europeos y en concreto para los españoles es de privilegiar su incorporación al mercado de trabajo e incentivar su llegada con sueldos que
superan en tres veces al de los mismos profesionales nativos. Es difícil evitar vincular esta situación a la vieja actitud colonial de servilismo con Europa. Pero los
tiempos han cambiado, muchos países
han logrado superar el complejo de inferioridad y han puesto por encima de
cualquier interés económico su soberanía nacional y los
derechos de sus ciudadanos y ciudadanas.
Colombia tiene esa tarea pendiente, en los últimos 10 años, ha entregado el
subsuelo a empresas transnacionales. Ahora tenemos un problema, mientras se
pretende devolver las tierras a los desplazados por la violencia mal venden lo
que esta debajo de ellas, los campesinos se quedan con el rastrojo y las
multinacionales con sus riquezas subterráneas. Mientras en otros países cierran las bases militares en Colombia entregamos territorio
nacional para las aventuras del ejército
de los Estados Unidos, mientras en España deniegan el acceso a la sanidad pública a migrantes sin documentación (por el criterio exclusivo de su origen) nosotros en Colombia
nos desvivimos por que ellos se sientan como en su casa.
Y no me parece mal, esa debe ser nuestra actitud y los inmigrantes
españoles no son los culpables del racismo
europeo. Sin embargo aplicar la reciprocidad de trato les puede hacer entender
a la sociedad española y a su gobierno
que muy a su pesar suyo si somos iguales, una lección de dignidad que desmonte la arrogancia con la que trataron a la
inmigración en la época de la bonanza y la discriminación que nos devolvieron en la crisis financiera.
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