martes, 18 de enero de 2011

PERSEGUIDOS Y PERSEGUIDORES


La relación entre perseguidos y perseguidores es muy larga, es milenaria, existe desde el principio de los tiempos. Unos persiguen a otros para garantizar su supervivencia, para comer, para lograr un territorio de caza, para reproducirse, etc. El ser humano es el único que persigue porque sí, sin razón existencial alguna, o por lo menos ninguna inherente a su condición animal. Es una actitud más ligada a su tendencia bacteriana de extender su dominio por dondequiera que esté, es una cuestión de codicia.
Yo me he sentido  perseguido tres veces en mi vida, y aunque no es grato creo que hoy  puede entrar a colación, eso dejo  que lo juzguen ustedes mismos.
Una vez, la primera, fue el día que casi en pelotas tuve que correr y correr, primero por la sala de una pequeña casa, luego entre los pasillos para encontrar la salida y finalmente por las callejuelas del barrio. Preso del pánico y con mi suegro respirándome en la nuca, logré escabullirme y de paso salvar el pellejo de una deshonrosa paliza. A ese hombre primitivo y desengañado le movía el impulso de cobrar con sus manos el daño infringido al ver a su hija, la niña de sus ojos, engullida en las fauces de un barriobajero como yo.
Años más tarde me vi de nuevo en el eterno juego del gato y el ratón, jugando peligrosamente a las escondidas con las fuerzas paramilitares del estado colombiano, que han perseguido sin contemplación a la oposición política desde que el país tiene uso de razón, exagero, desde que ha intentado tenerla. Como otros tantos y con algo de suerte logré huir y llegar al país de las oportunidades, al país pionero del derecho internacional, al país de la transición democrática, a la puerta sur de la vieja Europa, llegue a España. El tiempo, los caminos y los amigos me trajeron a Cataluña, donde creía que había escapado por fin de suegros esquizofrénicos y militares sanguinarios.
Con lo que no contaba es que precisamente en Cataluña me iba a sentir por tercera vez en mi vida perseguido. En efecto, hoy ser inmigrante es un estatus difícil de llevar, el ambiente se tensa, la legislación aprieta y los partidos políticos mayoritarios no dan tregua. El acoso es constante y cada vez más evidente. La sensación de estar en un callejón sin salida, flanqueado por una crisis económica, por una sociedad que te mira día a día con más  recelo y con políticos que sólo te utilizan como moneda de cambio puede llevar a acciones desesperadas, el perseguido puede volverse fiero por instinto y sólidamente beligerante si tiene organización.
Hay que decirlo, ahora mismo somos como un cardumen, un banco de peces a merced de una jauría de barcos que tiran sus redes y pescan en medio de la confusión. Nos tienen ubicados y saben que faenando en nuestras aguas lograran su valioso botín electoral.
Entre aquel suegro, las elites colombianas que financian mercenarios y los políticos de la derecha catalana existe algo en común más allá de mi persona, y es el hecho de moverse por la codicia. Todos y cada uno han perseguido para guardar sus privilegios, para preservar lo que creen que es exclusivamente suyo y para marcar las reglas del juego entre dominados y dominadores. Por mi parte  estoy tranquilo, siempre habrá, afortunadamente para los perseguidos, una forma de responder, con más o con menos contundencia. Lo cierto es que no en pocas ocasiones hemos logrado revertir la situación,  y sino que lo diga aquel suegro que a pesar suyo siguió siéndolo durante tiempo... mucho tiempo.
Juan Carlos Villamizar

2 comentarios:

  1. Si yo fuera tu suegro haría lo mismo. A los demás... habrá que dejar que sigan corriendo como locos, mientras los perseguidos, como hormigas, seguimos concentrados en hacer lo que debemos. Saludos!

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